Ese momento insoportable en que te das cuenta que realmente pensás lo que pensás. Que no es una moda, ni una pose, ni es porque no tenés nada mejor que hacer, ni porque te fue mal en la vida, ni porque te da ninguna ventaja (ninguna en nada). El susto que te da darte cuenta que realmente creés tanto en algo, que no vas a poder ni queriendo dejar de hacer todo lo que puedas, todo, para que se vuelva lo más realidad posible. Y la certeza de que algo te va a costar, porque estas cosas se pagan.

Lo primero que se paga es la náusea. Es verdad que se te revuelve el estómago cuando ves que pasan algunas cosas que pasan. No como a una señora respetable que dice «qué barbaridad» cuando ve que hay niños pidiendo y sigue tan pancha. Como de verdad. Como si cada una de las miles y miles de tragedias e injusticias que no querés oír más pero que tampoco querés ni podés ignorar fuera la misma, la única. Como si te hubieran pasado a vos, las que sí te pasaron y las que no, porque es lo mismo.

Y entonces entran todas esas frases que siempre dan un poco de vergüenza, que si sos capaz de sentir la injusticia blablabla contra cualquiera en cualquier lado blabllaba o que si nos tocan a una blablabl nos tocan a todas y todas esas. O eso de que lo personal es político. ESA. Esa es tan dolorosa e insoportablemente cierta que asusta. Porque cómo hacés para NO involucrarte personalmente con tu política ni políticamente con tu persona? No se puede. Es el problema que tenemos las que no comentamos cosas a lo cronista de internacionales, hablando sobre lo que le pasa a otra gente que no tienen ni idea. Las que tenemos la correa más corta.

La teoría feminista radical es un tesoro y es mezcla de deber y derecho conocerla, crearla y difundirla entre mujeres, pero en realidad no necesito leer tomos de teoría para saber que las mujeres no son gente, sino simplemente hacer un poquitito de memoria.

Tengo que mirar lo que «gano» por mes, tengo que poner una frasecita medio rebelde en redes sociales y esperar las reacciones. Tengo que acompañar a una amiga al juzgado para que traten de evitar que el ex marido la mate como ya prometió e intentó en plena vía pública, y ver cómo le dicen que trate de no «darle motivos» al tipo en el servicio de apoyo a víctimas de violencia del progresismo que las feministas pusimos en el poder a cambio de cuotas y empoderamientos promesa. Tengo que cerrar los ojos y acordarme de todos los hombres y mujeres que me dijeron puta y loca, de cuánto odiaba a lgun@s de ell@s y de cuánto quería a otr@s, y de las circunstancias en que pasó eso. Tengo que ir a un hospital y oír cómo me hablan » a ver maaaaadrrrrre». Tengo que mirar para abajo y notar que el hecho de que no me veo como me veía a los 17 me duele.

Tengo que leer un diario: Abusada, maltratada, violada, quemada con ácido, muere en noche de bodas niña de 8 años, secuestrada, traficada, prostituida, pornificada, anorexia, dietas, la liberación es miley cyrus, baile del caño, se lo busca por puta, aborta= asesina, no aborta= se llena de hijos= hay que castrarla, la mata el novio el marido el ex marido la mata y después se mata él.

Tengo que leer o escuchar los comentarios de mis compatriotas sobre cualquier noticia: algo habrá hecho es que esa es brava es una puta es una trepadora flor de víbora se hace la mosquita muerta esas son las peores bien que ella le dio pie bueno ahora que no se queje a todas les gusta hay mujeres que son mas machistas que los hombres las mujeres son las peores andá a saber cómo llegó hasta ahí, arrodillándose seguro es una loca esa es flor de puta cómo engordó esa tipa algo le pasa.

Tengo que admitir que no me animo a hablar de muchísimas cosas (aunque parezca que sí) porque me da miedo las consecuencias que pueda tener. Tengo que hacerme a la idea de que las personas a las que me voy a enfrentar no están en mi misma situación. No cargan con este peso, propio y ajeno, (porque esas personas no cargan con nadie más que con sus propios privilegios y sus propias agendas), no sienten ningún dolor, hablan porque les es fácil.

Son como drones.

Resulta que me acabo de dar cuenta que peleo, peleamos, contra drones y que además lo hacemos desde la vulnerabilidad más total que viene con ser el orejón más último del último de todos los tarros.

Y así y todo, no puedo ni quiero hacer otra cosa. Porque está demasiado mal, hace demasiado tiempo y realmente quiero, realmente quiero, que ni mis hijas, ni las hijas de las otras yo que andan por ahí tengan jamás que andar escribiendo esta porquería o viviendo esta farsa, solo porque la realidad es demasiado, demasiado repugnante como para soportarla sin querer romper todo y hacer otra cosa.

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