En el mundo todo se muere. Las plantas, los animales, la gente. Las cosas también se mueren. Las cosas no son gente y también se mueren. Pero a algunas -plantas, animales, gentes, cosas – las matan. Dentro de todo lo que se muere, está aquello que se muere porque se lo mata. Que es una manera distinta de morir. Es ser muerto.
Dentro de todo lo que se muere porque es muerto, está lo que es muerto por haber hecho algo que de alguna manera provocara o justificara o al menos explicara esa muerte más fría que las otras muertes porque son muertes matadas por alguien, descuido, accidente, ataque, violación – causa- y está lo que es muerto por el simple hecho de existir. Que se muera porque nació. 
Dentro de lo que se muere porque es muerto por el hecho de existir, una muerte mucho más fría que otras muertes, está lo que muere a manos de alguien desconocido, casi accidental, lejano, ajeno. Y está lo que es muerto por el hecho de existir y a mano de alguien cercano, íntimo, conocido. A veces también amado, cuidado, criado.
Cuando un tipo de estas muertes sucede masivamente, a manos del mismo grupo y contra -sobre- al mismo grupo de seres, hay quien habla de epidemia, holocausto, genocidio.
Pero, aunque hoy las mujeres ya no tenemos nombres ni caras, y nos llamamos con números, como víctimas de una epidemia, de un campo de concentración y exterminio o de un genocidio; aunque vamos contando *chasquido* mujeres muertas en todos los altares de sacrificio *chasquido* que llevan a las ceremonias feminicidas *chasquido* en lamento eternal *chasquido*  /cada *chasquido* doubledrum hasta el aturdimiento/
 y aunque ya no sabemos cómo mostrar esa cuenta a todas las personas que no tienen como nosotras, los ojos rotos, la cara roja, y la memoria llena de esta cuenta miserable, no podemos decir que esto es un genocidio.
Porque genocidio refiere a gente que mata gente. Y si nos están matando así, es que las mujeres, para quienes nos matan -de martillo, de puñalada de noche de bodas, de miedo o de silencio- no somos gente.
Y este no genocidio, este nogenticidio que está sucediendo no es una casualidad gigante, no es una desgracia accidental, no es un castigo de deidades supremas. Este nogenticidio que es el feminicidio es el final, el extremo, el destino, la versión más pura y genuina de un sistema en el que vivimos, uno que fue hecho y es sostenido por gente, como son hechas las muertes justificadas por ese sistema.
No tiene misterios ni sórdidos dilemas insondables. No hay nada que no sepamos sobre el feminicidio. Sabemos quiénes los perpetran, qué los facilita, por qué suceden y cuándo empiezan. Dejen de hacernos perder el tiempo que nos aturden los *chasquidos* y estamos hartas de contar bolsas de consorcio en basurales y guglear reflejo vaso vagal empalamiento y además fijarnos si llegamos bien mandame mensajito dale beso.
No son asuntos privados casos aislados crímenes pasionales momentos de locura ataque de celos flash bam alakazam un demente ni magias macabras. A la raíz de tanto misterio hay un sistema que se llama Patriarcado: es injusto, rompe, mata y hace matar. Es un tronco grueso, duro, porque tiene 6.000 años y millones de ramas. A la raíz de ese sistema injusto hay un régimen, que se conoce como Heterosexualidad Obligatoria, una mezcla de ajuar, faja mortuaria y chaleco de fuerza para las mujeres. El feminicidio es una manifestación de un problema político.
A la larga las raíces levantan el cemento y el mármol, pero no hace falta esperar hasta que *chasquido* ya no importe.
Desafiliate antes que nos mate.
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